Como ya hemos hablado en alguna de las anteriores entradas,
la gasolina es un producto commodity, es decir, "sin chicha ni limoná". En general, nos resulta indiferente repostar
en una estación de servicio que en otra. Por eso, las distintas gasolineras se
enfrentan a una lucha constante por el cliente a través de las tarjetas de fidelización:
la tarjeta "Shell ClubSmart”, la tarjeta "BP Premierplus”, o en nuestro
caso, Repsol utiliza la tarjeta Travel Club, que presenta como ventaja que
puede usarse además en establecimientos como Eroki, Ebay, Amazon, etc.
Y por esto mismo se ponen tan insistentes en que tengas su tarjeta. Así que después de darte el coñ...
ofrecerte, en más de una ocasión, todas las tarjetas habidas y por haber, cuando por fin aceptas, te
sacas la dichosa tarjetita y te pasas años juntando puntos como una hormiguita
para llevarte a casa, yo qué sé, ¿una sandwichera?, el resultado no siempre es
el esperado: que si ya no está en el catálogo, que si hay que pedirla (y nunca
llega), y demás historias que todos conocemos. Y con el trabajito que cuesta
conseguirla, te pones modo "quiero mi sandwichera y la quiero YA".
Y como sabemos que esto le ha pasado a más gente, qué mejor
que compartir el enlace de algunas opiniones acerca de las tarjetas de fidelización, en
concreto, de las de Cepsa, Repsol y Galp.
En definitiva, con estas tarjetas, como su propio nombre
indica, se pretende fidelizar al cliente, establecer una relación a largo plazo entre éste y
la empresa. En esto precisamente consiste el marketing
relacional. No obstante, para que esta relación continúe en el tiempo es
necesario que la empresa haga promesas,
las cumpla, y una vez cumplidas vuelva a hacer nuevas promesas, y en este caso
podemos afirmar que sólo se llega a la primera etapa.